Muchos quizás han tenido la suerte de conocer ciudades de distintas provincias como Mendoza, San Luis, Salta, Jujuy, Corrientes, Misiones, Córdoba, etc., en auto.
En todos y cada uno de los lugares que son turísticos siempre hay controles. Y de todo tipo: desde la documentación del auto (seguro incluido) hasta las luces bajas encendidas (sobre todo en Córdoba, dado que hay muchas ciudades conectadas por una ruta que parece una calle), velocidad límite, estacionamiento, etc.
Y si, en varias ocasiones se pueden cometer errores como por ejemplo las luces apagadas o mal estacionamiento y de paso ganar una multa. Y nada barata. La infracción fue cometida (quizás sin saber o por descuido) y más allá de algún insulto y posterior pago, el recuerdo del viaje no fue ése, sino lo que se vivió en el lugar.
Sin embargo, Colón es todo lo contrario... no se controla, no se cobran multas, no se obliga a los que estacionan mal a mover su vehículo, no hay reglas, no hay operativos de tránsito para autos, no han nada.
Y esto se debe al pensamiento retrógrado político de "el turista nos elige para pasar las vacaciones y no se los puede perseguir porque se puede enojar y no venir más".
A ver, funcionarios, entiendan esto: el turista viene porque le gusta la playa, la ciudad, los servicios, lo que sea. Y si comete una infracción debe hacerse cargo. Pero eso no implica que no vuelva más, sino que, al recordar Colón y el motivo por el que vino, puede agregar que es una ciudad ordenada.
Pero para tener una ciudad ordenada hace falta control. Y volvemos otra vez al inicio: no hay control. Esa palabra no existe para quienes gobiernan, salvo que sea para el colonense.
Por lo tanto, la ciudad es un caos por donde se mire, aunque los aplaudidores compulsivos vean espejitos de colores.