En esta ciudad el eco de los reclamos parece haberse apagado, sustituido por la apatía o el miedo. La sociedad, cada vez más ausente como tal, ha relegado las demandas a la comodidad de las redes sociales.
En ese espacio, el intendente Walser se presenta en un rol cuidadosamente diseñado para parecer cercano y humano. Fotos, videos y mensajes emotivos: todo bien calculado, pero lejos de solucionar los problemas reales.
Sin embargo, esta "humanidad" virtual choca con una realidad en la que Colón, como ciudad turística, está cayendo en el olvido para los propios colonenses.
Es llamativo ver cuando surgen problemas o reclamos genuinos, estos rara vez se elevan a una protesta real. En vez de exigir con voz fuerte y unida, los vecinos eligen comentar "por lo bajo", en charlas con alguien más. Y en voz baja.
Se han convocado marchas y manifestaciones, pero el temor a exponerse en público o a "molestar" al poder las convierte en eventos casi desiertos. Así, mientras algunos discuten y critican en privado, otros simplemente aplauden fotos y videos, dando "me gusta" a imágenes que apenas esconden lo precario detrás del humo.
El problema es que esa falta de reclamo firme y genuino permite que la ciudad se hunda lentamente, sin oposición, en una inacción que favorece solo a quienes deberían responder por eso.
El discurso del intendente en redes y las imágenes cuidadosamente preparadas no resuelven la falta de inversión ni el deterioro visible y palpable.
¿Hasta cuándo podremos aguantar esta realidad?
Si la sociedad no se despierta, si sigue teniendo miedo de reclamar, Colón continuará su descenso, sostenido por un silencio que en lugar de incomodar al poder, lo vuelve cada vez más cómodo.
Y poderoso. Porque seguirá gobernando mediante el miedo.
Como hasta ahora.