Colaboración: "Sin eufemismos" - Yo Opino

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martes, 3 de noviembre de 2020

Colaboración: "Sin eufemismos"

 


por Matías Martínez

Hablemos claro: Colón está entrando en la etapa complicada de la pandemia. Mientras escribo estas líneas se confirma una vez más la tendencia de la última semana, de alrededor de una decena de casos diarios. Se habla de nuevas restricciones y por lo bajo surgen rumores de varias áreas municipales cerradas y posibles contagios incluso entre los funcionarios.

La “curva” (como solía llamarse la proyección de contagios mientras era baja) comienza a trepar con fuerza, y con un millar de aislados resulta utópico suponer que cada uno de ellos se quedará en su casa apelando a la “autorresponsabilidad”, palabra que le encanta al intendente.

Lo que no necesitamos en estos momentos son mensajes prolijos, políticamente correctos, lavados, que suenan lindos al oído pero no dicen nada. Poco ayudan las caricias en medio de una golpiza, menos aún si sabemos que tras ellas vienen más trompadas… y este 2020 ya nos pegó bastante.

El año pasado el intendente Walser llevó adelante toda su campaña basado en este tipo de mensajes, con tan buenos resultados que una vez asumida la presidencia municipal, lo terminó adoptando como discurso oficial de su gestión. Sus partidarios y las instituciones que lo sostienen también lo adoptaron. Cada oración se piensa, se reescribe, se lustra y se pule para que suene así, suave, musical, con el fin de no ofender a nadie.

El problema es cuando ese discurso no se utiliza para seducir al votante, sino para maquillar con florituras lo que no puede decirse directamente. Eso es lo que empezó a pasar ahora. Cuando el intendente habla de “autorresponsabilidad”; o cuando el flamante secretario rentado del Coa.Tur. dice “hay que aprender a convivir con el virus”; o cuando algún propietario de alquileres turísticos plantea que “hay que ir abriendo o flexibilizando la circulación”; o cuando un pequeño comerciante menciona que “no se puede tener un país parado”; lo que todos están diciendo en realidad es lo mismo: “Queremos que este verano haya temporada turística”. Y en este contexto (ni en ningún otro) privilegiar abiertamente la actividad económica por sobre la salud pública es una idea inconfesable, aunque se piense.

De nuevo hablemos claro, sin eufemismos. Todos tienen alguna razón genuina para desear y esperar la temporada: Desde el sector de alojamientos turísticos que, en palabras del propio presidente de la Nación, fue el más afectado por la pandemia y su consecuente aislamiento; hasta el comercio local, que no puede subsistir sin la permanente inyección de metálico que recibe cada verano y cada fin de semana largo. También el municipio, que necesita imperiosamente empezar a recaudar para sanear su déficit e ir cubriendo la deuda con sus proveedores. 

Por último, pero más importante que todos los anteriores, lo necesita la enorme cantidad de trabajadores que cada año toma empleos temporales, mal pagos y en negro, para sencillamente poder subsistir.Para este sector, silencioso pero en números el mayor de los mencionados, la diferencia de tener o no temporada no está en el saldo del home banking en marzo, sino en el plato de comida de cada día.

El quid de la cuestión es que, en los términos actuales, la temporada es inviable. Lo saben todos. Desde el intendente hasta el vecino de a pie, todos podemos darnos cuenta a esta altura que los protocolos, por más estrictos que fueran, no son suficiente ante un desborde en la circulación de personas. Si cada verano vemos cómo la guardia del hospital se satura tan solo con los casos de gastroenteritis por bañarse en aguas atestadas de coliformes o comerse unos churros al sol, qué podemos esperar si a eso le sumamos una pandemia.

Ahora, si la directora del hospital local (actualmente aislada por ser un caso sospechoso de covid) alerta de todas las maneras posibles de este inminente colapso del sistema sanitario local, ¿por qué el intendente no toma el toro por las astas y reconoce de una vez que no puede haber temporada?, ¿por qué se empeña en seguir con ese discurso zen que mencionamos al principio?Para entender eso quiero retomar lo planteado en una nota que Yo Opino gentilmente me publicó hace dos o tres meses.

El gobierno de Walser es una coalición. Se trata de varios sectores diferentes, con sus propios intereses,que confluyeron en una alianza a finales de 2018 y cuya suma de fuerzas alcanzó para desplazar al peronismo del gobierno municipal. De forma resumida: hay una “pata política”, o más bien dos, que la conforman el Vecinalismo Colonense y una fracción de la UCR; están por otro lado las iglesias (católica y un par de evangélicas), las cuales sumaron varios votos; y hay un componente más en la coalición que vamos a denominar el “sector turístico”; conformado por el sector rentista; los empresarios gastronómicos y los comerciantes, que tiene su propia agenda.

Cada uno de ellos logró meter varios funcionarios a la gestión, y Walser debe “pendular” entre todos ellos para mostrar unidad hacia afuera.

En otra ocasión hablaremos de la influencia de las iglesias, cada vez mayor, en las decisiones de gobierno. Lo que acá nos interesa es otra cosa.

El “sector turístico” ha demostrado con el paso de los años ser el rey tuerto del país de los ciegos. Llamémoslo programa claro, intereses específicos o conciencia de clase, pero en una localidad sin plan director, donde ninguna de las fuerzas políticas en pugna tiene un proyecto de ciudad a futuro y “rosquean” pensando sólo en la coyuntura más inmediata, este sector ha sido hábil en saber quién defenderá mejor sus intereses en el corto plazo, ya sea habilitando el turismo en los próximos meses (como ahora) o simplemente autorizando la apertura de comercios el fin de semana del Día del Padre (como en mayo).

Así, dicha fracción saltó hacia el resguardo del rebordismo en 2011 cuando percibió el descontento público se iba a llevar puesta ala hasta entonces amigable gestión Marsó, se mantuvo leal al ver que la victoria en 2015 iba a ser absoluta; y mudó hacia Walser el año pasado cuando éste se mostró como la apuesta ganadora.

Desde el principio, Walser entendió eso. Sabe que ser intendente de Colón significa constituirse en un vocero de esos sectores que lo acompañarán y le darán cierto grado de “gobernabilidad”. Y la verdad se lo nota muy cómodo en ese rol. Al llegar a un puesto así, la píldora azul de Morfeo es más tentadora que la roja.

Por eso, cuando la situación se complica al punto en que “su” gente podría verse perjudicada en lo económico, el intendente opta por la cautela disfrazada de discursos de buena onda. No será él quien tome la decisión por sí o por no en este contexto, sino que esperará que la realidad se imponga sola. 

Si los contagios se tornan incontrolables será otro (Nación o Provincia) quien ponga la firma para cerrar las puertas, entonces Walser podrá canalizar los reclamos del sector turístico y seguir congraciandose con sus amigos mientras, en su fuero más íntimo, respirará aliviado. En cambio, si el brote pasa al igual que los anteriores, el intendente avanzará en su aventura de protocolos para la cámara.

#YoOpino #Colaboración