Pensando en la ventana: Cerebro vs Corazón - Yo Opino

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viernes, 6 de octubre de 2017

Pensando en la ventana: Cerebro vs Corazón

Pasamos una parte del día trabajando, y luego puede darse que compartamos con amigos una cerveza, o unos mates sentados en cualquier cocina o patio de algún lugar lo que nos hace estar bien. Pero otras veces nos pasan cosas que no logramos entender y nos ponen tristes, y en cierta manera uno termina sufriendo sin tener una cabal idea del "porqué" de eso que nos pasa. 

Como seres humanos tenemos muchos órganos, todos y cada uno vitales en nuestro cuerpo. Sin embargo, hay dos que nos conducen siempre en todas las situaciones y, curiosamente, son los que más usamos y menos importancia quizás les damos: el corazón y el cerebro. En los nombres solemos verlos como cuestiones físicas, de suprema importancia para cualquiera de nosotros: uno por su función sanguínea que irriga nuestro cuerpo con ese liquido precioso y el otro porque controla todos y cada uno de los rincones de nuestro cuerpo además del pensamiento: habla, raciocinio, motricidad y miles de etcéteras. Pero en muchos momentos los usamos para tratar ciertas cosas como las relaciones entre las personas.

Es sabido (quizás inconscientemente, quizás no) que solemos pensar muchas veces con el corazón y pocas con el cerebro en momentos que tratamos de definir los sentimientos, y nuestra mente se somete al primero en la mayoría de los casos. Claro, hay personas que suelen ser más pensantes, habitualmente llamados "fríos" o "calculadores", pero que en definitiva su cabeza regula los sentimientos, de forma tal que le arma un escudo al corazón, para cuidarlo.

Es entonces cuando aparece una pregunta: ¿qué nos rodea el corazón?. Nuestro corazón es fuerte para algunas cosas, pero sumamente débil para otras. Y es entonces cuando nuestra mente despierta de golpe y lo rodea con una muralla fortificada, rodeada de espinas, con una valla electrificada y cientos de minas explosivas alrededor, para evitar que el pobre corazón, tan débil, se vea atacado nuevamente.

Lógicamente, nuestra mente no es tonta y sabe que el corazón así protegido para que nada lo toque, para que nada lo lastime, también necesita poder salir, respirar, y es cuando las personas son denominadas "generosas", porque ofrecen todo lo que pueden o tienen para los demás, pero no dejan que los otros corazones toquen el suyo. 

Una vez más, el cerebro, ese órgano maravilloso, tan calculador, tan cibernético, localiza con sus sensores algún corazón que esté por ahí perdido, lo reconoce y decide empezar a abrir las compuertas blindadas del suyo para comenzar con el testing de compatibilidad y posible pérdida de sentimiento, dejando todo listo para, al primer síntoma de ataque, cerrar automáticamente las puertas y volver a blindar el entorno.

En ese momento, el corazón comienza nuevamente a respirar, cada vez más libre, contento, lleno de esperanza, dichoso -como son los corazones, claro- y retoma el camino del amor, de la cercanía, del estar bien, porque se encuentra reflejado en ese otro corazón que lo hizo latir nuevamente. Y muchas veces ambas mentes que regulan los corazones dejan de ser el control, abren las compuertas, desarman las defensas y se entregan uno al otro en forma total, comenzando así un estadío de felicidad, de compañía, de bienestar.

Pero también puede pasar que el nuestro está despejando la protección armada, quitando las espinas y de pronto, nuestra mente, que se estaba desligando del control sentimental, que estaba dando permiso al "cuore" a que saliera libre, percibe cosas y emite la alarma. Esa luz parpadeante, color amarillo de alerta, latente, queda encendida. El corazón empieza a retraerse lentamente, sin dejar de mirar al otro, esperando una señal para que su cerebro carcelero no cierre las compuertas de la libertad... y espera. El quiere salir, pero el cerebro no lo deja del todo, esa masa gris fría detiene todo y la luz de alerta pasa a naranja. Las cosas no cambian, el otro corazón que en un momento hizo desbocar el nuestro lo vemos alejado, retraído, como queriendo estar pero a la vez, compartir con otro corazón espacios que ya había decidido cerrar y que de pronto entreabre. 

Entonces el nuestro se desboca, se retuerce, bombea más sangre caliente, empieza a latir con fuerza... nuestra mente se bloquea, intenta razonar y no puede, quiere despejar el camino al propio corazón y de pronto, la luz roja se enciende fijamente y la sirena aturde todo... y las compuertas se cierran de golpe, se levantan los muros, aparecen las espinas de nuevo, se electrifica la zona y la mente queda en alerta nuevamente, mientras el corazón intenta salir... y no puede.

La vida es así, nuestra vida es así. A medida que crecemos nuestro corazón se va golpeando y nuestra mente va tomando el control, hasta que nos volvemos fríos, calculadores, pensantes y para otros, directamente "no tenemos corazón". Sin embargo, el nuestro está tan protegido, tan resguardado, tan cuidado que nadie lo ve, que nadie lo nota, que nadie sabe que existe. Pero nuestro corazón quiere salir, quiere gritar lo que siente, quiere pertenecer al otro... pero el otro no lo deja, porque la mente, regente al igual que la nuestra, aún no ha tomado el control.

Entonces, la pregunta de exámen es: 
"Defina cuál de los corazones podrá sobrevivir y explique el motivo". 

Lucas M. Beber
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