por Fachu
El Mondongo, en la década del 20, reunía a no más de una veintena de hogares, trabajadores de la Fábrica Liebig, ubicada a casi dos kilómetros, cuando a la factoría se la conocía como “La cocina más grande del mundo”, que para 1922 alcanzó el récord histórico de faenar 216 mil cabezas de ganado.
El barrio reunió a las familias trabajadoras, rodeado por el monte entrerriano con sus característicos sonidos (zorzales, calandrias, cardenales, benteveos), bañado por el arroyo Perucho, sustento a través de la pesca (en esos años) y espacio de recreación en verano. Aunque también generador de dolores de cabeza con sus crecidas
El nombre del caserío nos podría remitir a los oficios de los vecinos. Aunque de manera oral se transmitió que en esa zona se tiraban mondongos, el triperío, lo que se descartaba de los animales faenados no en la fábrica sino en alrededores y de ahí surgió: El Mondongo, los Mondongueros. En la Argentina, en la actualidad, existen muchos barrios de manera similar, como en La Plata (Berisso y Ensenada), pero en nuestra zona la denominación se perdió en el tiempo y fue reemplazada por el nombre del club (Unidos), generándose una especie de simbiosis. Separarlos sería imposible.
Hace casi cien años, esas familias trabajadoras, decidieron unirse. Juntarse en algún elemento que los represente, los identifique, encontrando en el fútbol a ese denominador común. Era un deporte que en la década del veinte empezaba a ganar adeptos y expandirse por todos los rincones del país. Es más, en el barrio ya había existido una experiencia que se denominó Atalaya, uno de sus jugadores es el recordado “La Garza” Natero. Ese conjunto había surgido, también por medio de trabajadores del Frigorífico, que no eran tenidos en cuenta en el Club Liebig de la misma fábrica, fundado en 1904, el más antiguo de la provincia. Así los obreros que se destacaban en el deporte empezaron a formar parte del equipo deportivo. Un profesionalismo encubierto que se llevaba a los mejores.
Pero la idea de los vecinos iba más allá del fútbol. Un lugar de encuentro, de pasar el tiempo y unirlos. Por eso cuando propusieron el nombre de Unidos, todos aceptaron de manera unánime. En ese mismo encuentro surgieron los colores: el verde y blanco.
Las familias del barrio eran los Sandes, Etchenique, Canali, Yano, Lazzaroni, Medina, Carballo, Nerón, Pintos, Galarza, Benítez, Sosa, Cricel y Álvarez, entre otros.
Prepararon un terreno para hacer los primeros partidos, pero no cumplía con las medidas reglamentarias, entonces gestionaron ante los directivos de la fábrica un terreno (el actual) lindante a la casa de Juan Sandes, el arroyo Perucho, la Virgen de Lourdes y la Avenida Los Inmigrantes. Además de la cancha, los vecinos construyeron la sede, y se transformó en el lugar de los eventos deportivos y sociales. La vida giró en torno a Unidos.
La fama del club traspasó las fronteras del caserío, calando en el barrio cercano, en el Brillante. Muchos recordarán a los hermanos Sandes, los 6 jugaron en Unidos, siendo el Beto (un imponente N°2) que hasta fue pretendido por Boca. En la memoria quedarán los partidos ante Liebig donde se sacaban chispas y ni hablar del equipo de la década de los sesenta obteniendo los primeros títulos de la institución que hicieron enamorar a propios y extraños. Como aún Liverpool no disputaba el torneo del Departamental, muchos vecinos del Brillante adoptaban los colores verde y blanco como propios, haciendo que esa pasión se transmita de generación en generación.
Enseguida también los nombres surgen a través de los Yano: Pocho (padre de Sergio), Quique y Coco. "Unidos es sinónimo de familia, más allá que fueron de los pioneros junto a otras familias es eso para los vecinos del barrio y para los jugadores que visten los colores verde y blanco. El trato de Unidos para con los jugadores y la familiaridad es casi única en el departamento y es palpable al hablar con los jugadores" se refirió al respecto Roberto Yano.
El querido y recordado Aníbal Irigoy, Presidente de la Liga, siempre destacó la endereza de Unidos que, a pesar de sufrir los embates económicos y sociales, jamás se desafilió de la Liga. A punto de cumplir cien años, revive sus épocas de esplendor.
Salen a flote de la memoria, los nombres de los vecinos que jugaron, quienes fueron construyendo este espacio y junto a ellos recuerdos y anécdotas, con la grata mirada de Ramona Yano y Luis Ducret, dos vecinos que presenciaron gran parte de la vida de Unidos y son testigos privilegiados.