Entramos por calle Monteagudo, llegamos a Rio Iguazú y lo encontramos ahÃ, sentado afuera, esperando algo que no llegarÃa, mirando pasar el tiempo con todo el tiempo del mundo.
Nos presentaron a Mario Alfredo Morend, de apenas 59 años que aparentaba aún más edad quizás por el trabajo que eligió hacer: albañil. Nos mira y en sus ojos vemos un brillo de tristeza, de abandono, esas cosas que uno suele ver en algunas pelÃculas, pero esta vez real. Sus ojos expresan toda una vida de laburante, al rayo del sol, en invierno y verano, con frio o calor. Hoy está jubilado por invalidez (aún sin cobrar), producto de un accidente de tránsito en 2006, cuando un remÃs lo llevó por delante causándole múltiples fracturas. Ya recuperado, intentó trabajar nuevamente, pero no puede. Desde entonces vive gracias a la ayuda de sus hermanos. Nos cuenta casi con voz entrecortada su historia y no podemos dejar de sentir esa sensación tan rara que es una mezcla de bronca, furia, tristeza y abandono, con sólo mirarlo.
Hace más o menos un mes, fue atacado por una persona bajo efectos de la droga y el alcohol, quien rompió la puerta de su casilla y lo golpeó hasta que pudo salir del lugar. Fue amparado por un vecino, quien le dio un espacio en su casa para que Mario pudiera estar hasta poder reparar la puerta de su casilla, rota por el agresor. Sin embargo, esta historia recién empezaba. Unos pocos dÃas después, llegó un empleado de la Municipalidad, a quien identifica como "el tipo de la camioneta negra", quien habrÃa llevado las pocas pertenencias como sillas, un par de sillones, mesas y demás mobiliario, hasta las fotos. Una máquina tira abajo la casilla llevándose hasta las chapas de zinc que con mucho sacrificio habÃa comprado y colocado. No entiende el porqué de esto, después que le dieran como dice él, "este pedazo de tierra y la casilla". Le preguntamos si fue a la Municipalidad para hablar por lo que pasó, y con la mirada casi al borde del llanto, nos dice "no me dieron ni bola". Cuenta que luego de mucho rato de esperar, se cruzó con el intendente y le dijo "ya lo vamos a ver". Y nada más.
Puede verse hoy la ropa tirada, ropa que estaba usando, amontonada como esperando secarse para prenderla fuego. Al lado, una pila de restos de madera inservible, que hasta hace poco conformaban su hogar. Mario nunca le hizo daño a nadie. Siempre trabajó, vive en ese barrio desde hace más de 15 años, es querido por los vecinos y sin embargo, el mismo municipio le tiró abajo su casilla. Nunca le avisaron, nunca le dijeron nada, sólo vinieron, sacaron los muebles, sus cosas, su techo, tiraron todo abajo y se fueron. Nadie le dio explicaciones.
Sin embargo la Diputada Miriam Lambert, presidenta del Instituto Municipal de Tierra y Vivienda, dice que dieron más de 1580 soluciones habitacionales. Pero le tiraron abajo la casilla a Mario. Y hoy no tiene nada.
Nota publicada en Panorama Regional - Suplemento Diario UNO.
Lucas M. Beber
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