Hay cosas que cambian con el tiempo: el diseño gráfico, el calzado, el tipo de pantalón. Y hay cosas que no cambian nunca: el poder en Entre Ríos.
Rogelio Frigerio camina como CEO, comunica como influencer, y gobierna como si todo fuera una startup. Se obsesiona con la estética, con el guion, con el control del mensaje. Corre, pinta escuelas, sirve comida en bandeja, firma convenios en punta de pie. Pantalón chupín de vestir, camisa celeste sin corbata, zapatos acordonados color suela. El atuendo del “cambio”. El decorado de la eficiencia.
Pero cuando se corre la foto, cuando baja el dron, cuando termina el spot… lo que aparece es más viejo que el fax: la reproducción del mismo poder entrerriano, pero en versión prolija y rubia. Urribarri con filtro escandinavo. Un modelo renovado en forma, pero idéntico en fondo.
📡 La fibra, la fábula
Urribarri vendía la fibra óptica como revolución. Anunció más de 1.700 km de red troncal, conectividad total y nodos de última generación. La “última milla” nunca llegó. Lo que sí llegó fue la deuda, los sobreprecios, y los contratos con empresas amigas. Fue un despliegue épico de relato sin delivery.
Frigerio no se queda atrás: firmó con Telecom un megaplan de fibra al hogar, tecnología 5G, inversiones millonarias en dólares. Y aunque los anuncios ya circulan como si fueran hechos, todavía no se conectó ni una sola casa. La fibra sigue siendo sensible, pero al relato.
💸 La deuda: en pesos o en dólares, la pagamos igual
Urribarri endeudó la provincia en pesos, refinanció compromisos y cubrió déficits con letra chica. La gestión terminaba siempre al borde del abismo fiscal. Pero lo hacía en idioma nacional. En 2014 firmó un acuerdo por 2.800 millones de pesos a 200 meses.
Frigerio acaba de ser autorizado a endeudarse por hasta 120 mil millones de pesos, o su equivalente en dólares. El detalle no es menor: por primera vez Entre Ríos se mete de lleno en el endeudamiento duro, sin infraestructura visible y con destino a cubrir sueldos. El discurso de la eficiencia tiene patas cortas y bolsillos largos.
🏥 Hospitales sin abrir, hospitales sin memoria
El Hospital de la Baxada fue el gran símbolo sanitario de Urribarri. Lo inauguró con estruendo, lo llenó de luces, y lo dejó con deudas. Pero al menos lo construyó. Frigerio, en cambio, lo tuvo cuatro años cerrado mientras fue ministro del Interior. Ahora que es gobernador, ni lo menciona.
El Cemener fue otro emblema en disputa. Ni uno ni otro pudo explicar con claridad qué pasó con el equipamiento, la gestión, los recursos. Los hospitales no se pintan: se abren, se sostienen, se habitan. Pero eso no garpa en redes.
⚖️ El amor eterno de la Justicia
Cuando Urribarri gobernaba, nadie lo investigaba. El Ministerio Público era un archivo vivo. Todo lo que se denunciaba quedaba planchado. El romance con la Justicia era de película. Cuando dejó el poder, empezaron las causas. Hoy tiene más expedientes que obras.
Frigerio todavía vive su luna de miel con los jueces. La Legislatura asustada le aprueban endeudamiento en tiempo récord, le festejan las fotos, los fiscales le duermen las causas. Pero en Entre Ríos el poder es ingrato: cuando se apaga el reflector, te sueltan la mano. Pregunten por Sergio.
🎭 Troncoso y Colello: los alfiles
Toda historia necesita sus secundarios. Troncoso es el Bahl de esta gestión: operador de confianza, soldado fiel, luego Bahl armó su propia estructura de negocios con R. Signes que le garantiza la impunidad de caminar la provincia sin causas. Colello es el Pedro Báez remixado: sin afiches en cada esquina, pero con pauta selectiva, medios alineados y estética sobria.
La estructura sigue firme. Se cambian los nombres, no los mecanismos.
🔥 Conclusión: el decorado cambió, el poder no
Frigerio es el Urribarri rubio. Uno gobernaba con carteles, el otro con posteos. Uno pintaba paredes, el otro edita reels. Pero ambos comparten lo esencial: gobiernos hechos de relato, deuda, maquillaje institucional y un aparato judicial funcional al turno.
Los entrerrianos ya vimos esta película. Cambiaron los colores, los slogans, los lentes de contacto. Pero el guión… el guión es el mismo
Fuente|Editorial de La Caldera