por Celso Villamayor
En estos tiempos que corren -yo diría desde hace varios años- basta con pasar por una escuela pública y observar a aquellos padres cansados, agotados, cabizbajos por la situación reinante y los malabarismos que tienen que hacer como familia para sobrellevar la crisis reinante.
Esta claro que los niños tienen que ir a la escuela, y más cuando en ella tienen garantizado el desayuno, almuerzo y merienda. Pero sería mas digno que ese papá o esa mamá cuenten con un empleo de calidad que les pueda sustentar las necesidades básicas familiares.
La escuela, hoy por hoy, como tantos clubes de fútbol, son los que les están poniendo el hombro a esta pesada situación reinante en nuestras familias más vulnerables. Está de más decir que un chico bien alimentado va a poder asimilar más y mejor los conceptos educativos impartidos por los docentes.
Que vaya este humilde reconocimiento por la tarea diaria, porque hoy tenés 30 chicos en un aula, y tenes 30 problemáticas distintas. Es por eso que el Estado, en todos sus niveles, debería poner todo el esfuerzo económico posible e invertir en educación.
No es un gasto, la educación es una inversión, así como la salud. Por eso también es que estoy de acuerdo con el arancelamiento a extranjeros en lo que respecta a la salud y la educación, obviamente para que esos fondos puedan ser volcados a la misma salud y educación pública.
Tal como lo dictan las leyes, tratados internacionales y convenciones, deberíamos tener todos los mismos derechos, las mismas oportunidades, las mismas escuelas y hospitales públicos con una infraestructura adecuada.
Sólo por medio de la educación y el esfuerzo personal y familiar se sale adelante, no debemos dejar que estos sistemas educativos colapsen o estén poco financiados, porque de ellos depende el futuro de nuestros niños y, por ende, de nuestro país.