Enorme fue la pérdida del jefe de familia para los Borghi. Doña Hipólita al ver en un estado de tristeza profunda a uno de sus nietos, Claudio Daniel, lo llevó al club Luz y Fuerza de Morón para que encuentre algo de felicidad. Ella sabÃa que la gran pasión que tenÃa ese nene de 10 años era el fútbol y por eso lo acompañaba todos los dÃas para que su sonrisa volviera a aparecer.
Ante ese contexto, Bichi, apodo que le habÃa puesto su papá, jugaba al fútbol y trabajaba para ayudar en la economÃa familiar. RepartÃa sodas, armaba jaulas de pájaros o se las rebuscaba como ayudante en los talleres de herrerÃa; pero jamás dejaba al fútbol. Ese pasatiempo que lo sacaba de la dureza de la vida.
Jugando para Mariano Moreno de Haedo enfrentó a Argentinos Juniors. Con su juego impactó a los del Bicho que enseguida lo fueron a buscar. Asà empezaba una nueva historia para el futuro crack. Pero los comienzos no fueron fáciles. Cuando estaba por ingresar a la Cuarta, consiguió un trabajo en una zapaterÃa y ante la situación económica, no le quedó otra que continuar trabajando. En Argentinos sintieron su ausencia y el mismo coordinador, José Pekerman, lo fue a buscar para que regrese a las canchas.
Fue en esa época, que mirando el Mundial del 78 a través las vidrieras de las casas de electrodomésticos, se propuso ser jugador de fútbol profesional. VeÃa a la selección de Menotti saliendo al campo de juego bajo el estruendoso recibimiento del público y se imaginaba en las canchas de primera, como su gran Ãdolo de esa época: Leopoldo Jacinto Luque. Además, en esos partidos, se maravilló y estudió como le pegaba Teófilo Cubillas (de tres dedos) recurso que utilizará y será una de sus armas.
Mejorando en las inferiores del Bicho hasta su debut, con apenas 17 años, el 04 de octubre de 1981. Volante, habilidoso y con grandes condiciones. Una de sus caracterÃsticas era la habilidad en velocidad y además de esa “pegada de tres dedos”, un sello que lo distinguió fue “la rabona”. Elemento que no lo hacÃa para burlarse del rival, sino para pegarle de zurda a la pelota. En más de una entrevista contó que su potencialidad estaba en la derecha y como no sabÃa darle de zurda, encontró en la rabona la suplencia de esa falencia.
Su gran explosión, sin lugar a dudas, fue en ese equipazo del Bicho del 85’, obteniendo el Torneo Nacional y la Copa Libertadores. En la Copa la rompió. Fue el goleador del equipo y ni hablar de aquella final Intercontinental ante la Juventus, partido en el que aún lo recordamos gambeteando a los tanos, enamorando al mundo entero. Los japoneses se levantaban de sus asientos para aplaudir al joven argentino que con la magia en sus pies tuvo entre las cuerdas a los colosos europeos.
Al año de aquella final el sueño del pibe que miraba el Mundial del 78’ en las veredas de los comercios se hizo realidad. Formó parte del seleccionado de México 86’, y hasta disputó tres partidos en tierras aztecas, con la celeste y blanca. Luego vendrÃa su traslado a Italia y su paso por distintos clubes, pero esas serán otras historias.
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