por Juan José Jacquet
El día que debía simbolizar unión y paz, la intolerancia marcó un trágico desenlace. Una vida fue arrebatada, no por una discusión inevitable, sino por la incapacidad de resolver conflictos cotidianos sin violencia.
La desidia ante los reclamos por ruido, la demora en intervenir y la falta de políticas preventivas dejan expuesta una dolorosa realidad: somos testigos de un círculo de abandono que nos arrastra a los dominios de "la ley de la selva".
La falta de herramientas emocionales para manejar el desacuerdo, el desgaste de la convivencia, y, sobre todo, la ausencia de un estado que actúe antes de que las tensiones se conviertan en tragedias nos hace preguntarnos: ¿cuánto falta para que algo similar ocurra en nuestra ciudad?.
En tiempos en los que se hable de falta de plata, recordemos que prevenir es más barato que lamentar.