por Juan José Jacquet
Nuestra ciudad siempre ha sido un refugio de paz y naturaleza.
Sin embargo, la llegada masiva de turistas está poniendo en riesgo esta esencia.
El aumento descontrolado del turismo no solo afecta el entorno natural, sino que también genera problemas de inseguridad y conflictos entre visitantes y vecinos.
Este fenómeno, observado en diversos destinos turísticos del mundo, demuestra que más no siempre es mejor.
Ciudades como Venecia, Barcelona y Ámsterdam han implementado medidas para contrarrestar los efectos negativos del turismo masivo.
Colón, por sus características propias, no puede ni debe aspirar a ser como otras grandes ciudades turísticas del país.
Con un espacio físico limitado, una infraestructura adecuada a su escala y una identidad única, hace inviable un crecimiento desmedido del turismo.
Nuestra fortaleza radica en nuestra autenticidad y en la conexión con la naturaleza, no en parecernos a destinos como Mar del Plata.
El turismo, uno de los motores de nuestra economía, debe evolucionar hacia un modelo más selectivo.
Apostar por visitantes que valoren la calidad de la experiencia, respeten las normas locales y cuiden el entorno es la mejor manera de preservar nuestra identidad y garantizar un desarrollo sostenible.
Nuestros hijos merecen heredar una ciudad donde la naturaleza, la paz y la seguridad sigan siendo los pilares que la han hecho crecer.
